La sabiduría está sobrevalorada enemiga acerríma del exceso y la precipitación, se nos presenta como la llave que nos abrirá las puertas de cuanto es verdad, correcto y equilibrado. Sin la intemperancia ni la impulsividad, no obstante, resultaría del todo innecesaria y, de hecho, sólo se adquiere del comportamiento errático. Tanto es así que si aspiras a ser sabio algún día es indispensable que pases la vida haciendo estupideces.
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